La nostalgia guatemalteca, es la que llevamos enraizada en el alma

¿Se puede explicar la nostalgia guatemalteca?

Tal vez. Pero nunca del todo. Porque lo nuestro no es sólo un recuerdo: es un sentir. Un hilo invisible que uno lleva amarrado al pecho, jalando suave, recordándonos quiénes somos aunque estemos a miles de kilómetros o a una cuadra de la casa donde crecimos.

La nostalgia chapina o chapinismos es un idioma propio. No solo se escribe… se reconoce.

Aparece en el olor del comal al amanecer, en la risa espontánea de la vecina, en el sonido de una pelota rebotando en el callejón, en el timbre viejo de la escuela, en esa pizarra verde donde aprendimos a dibujar un círculo mal hecho... aparece en casi todo, día a día. Es un sentimiento que nos despierta algo muy íntimo: volver a ser nosotros mismos.

Y entre todo eso, hay una nostalgia que pesa distinto: la gastronomía.

Porque la comida guatemalteca no sólo se extraña… se sueña. Hace unos días, mi hija regresó a España después de más de cinco años sin venir. Caminamos, reímos, hablamos de todo, pero lo que más llevaba en la mente, y en el alma, era volver a comer en su Guatemala. Desde su llegada tenía anotado qué platos quería probar, qué restaurantes visitar, qué sabores abrazar de nuevo. Ella ya había escogido su desayuno desde España: huevos estrellados, frijolitos, plátanos.

Y allí, bajo el sol suave de la mañana, volvió a sentir algo que en otros países no existe: ese sabor que te regresa a casa, a la niñez, a la raíz. Y es que uno no valora del todo nuestras frutas, verduras y comidas hasta que pasa tiempo lejos.

La nostalgia chapina también está hecha de humor.

De palabras que sólo nosotros entendemos, de expresiones que no existen en ningún diccionario, de esa forma tan honesta y directa de hablar que para otros puede sonar fuerte, pero para nosotros es cariño puro. Así construimos puentes: con jergas, con risas, con inventos de palabras que sólo funcionan aquí.

Pero también está hecha de lo nuestro más íntimo:

De La Antigua con sus calles empedradas que parecen guardar la memoria de todos.

De los barrancos que abrazan colonias enteras.

De los mercados donde el sonido de las voces en las ventas, es la música de la mañana.

Del huevo duro de la refa en la escuela.

De la burra de la infancia.

Del olor a tierra mojada de la tormenta de mayo a septiembre.

De la luz dorada de noviembre.

Nostalgia es lo que sentimos cuando alguien dice “Guate” y sabemos que no se refiere a un país: se refiere a nuestra vida.

Y por eso existe este articulo...

No para explicar Guatemala, eso sería imposible, sino para tocar el corazón de quien, sin importar dónde esté, sabe que lo chapín se lleva en el alma: alegre, espontáneo, imperfecto, mágico y único.

Una identidad que no presume, se reconoce... "muchá, aquel que va debajo del arco del triunfo, es de Guate"

Este es un abrazo para vos, chapín de aquí o de allá, que llevás con orgullo tus palabras, tus historias y tus recuerdos. Un homenaje a tu forma de hablar, a tu forma de sentir y a esa manera tan nuestra de vivir la vida: con huevos, con risa, con ganas, con corazón.

Porque Guatemala no sólo se extraña. Se siente.

Y después de hablar de nostalgia, vale la pena recordar que los chapines tenemos palabras mágicas, chapinismos. Expresiones tan nuestras que no necesitan traducción, sólo sentirlas. Son palabras que usamos a diario, que cambian de significado según la entonación, el momento, el gesto o incluso el humor con el que se dicen. Son códigos secretos que nos ayudan a entendernos sin esfuerzo, como si compartiéramos un idioma paralelo: directo, honesto, espontáneo. Dos de esas palabras, que pueden ser cariño, admiración, enojo, burla(en buena onda) o celebración, son parte esencial de nuestra identidad: Cerote y ¡Qué de a huevo!

Cada una es un universo: dice mucho sin decir tanto. Y sólo un chapín sabe exactamente cuándo usarlas, cómo usarlas… y cómo sentirlas.

CHAPINISMOS: Dicese de las palabras, expresiones, dichos y refranes que utilizamos los guatemaltecos, los chapines, día a día para comunicarnos entre nosotros. Son esas joyas del habla cotidiana que nos unen, que nos hacen sonreír y que reflejan el corazón de este maravilloso país llamado Guatemala.

CEROTE:

  • Palabra cien por ciento chapina, de esas que nacen en la calle, en la escuela, en la cuadra y en la vida real. Su significado cambia según el tono, la mirada y hasta el paso con el que la decís.

  • Entre cuates, es sinónimo de confianza.

Ejemplo:

—Vos cerote… ¡cómo te extrañé, mano!

  • Dicho con alegría, expresa admiración sincera.

Ejemplo:

—Terminé el proyecto.
—¡Cerote, qué nivel!

  • Con una sonrisa pícara, se vuelve complicidad.

Ejemplo:

—¿Fuiste vos el que armó el relajo?
—Cerote… ¿y vos qué creés?

  • Cuando va con ceño fruncido, es reclamo con cariño chapín.

Ejemplo:

—No me dejés plantado otra vez, cerote.

  • En tono duro, es un “no fregués” chapín auténtico.

Ejemplo:

—¡No seás cerote!

  • Y cuando se dice despacito, con nostalgia, significa amistad de años, de barrio, de historia.

Ejemplo:

—Vooos cerote… cuánto tiempo ha pasado.

  • Su raíz literal existe, pero para nosotros es lo de menos: lo importante es que esta palabra es un puente emocional entre chapines; un código que sólo entiende quien nació aquí, creció aquí… o lleva a Guatemala metida en el alma.

¡Qué de a huevo!

  • Expresión chapina que nace del puro sentimiento: admiración, sorpresa, alegría o celebración. Es la forma más nuestra de decir ¡qué increíble! pero con sabor a calle, a barrio y a vida real.

  • Se usa cuando algo te impresiona de verdad.

Ejemplo:

—Mirá mi carro nuevo.
—¡Qué de a huevo está, vos!

  • Cuando va con más énfasis y la “a” se estira, cambia todo: se vuelve reclamo disfrazado de broma.

Ejemplo:

—Qué de aaaaa huevo… ahora querés que yo pague todo, ¿vaa?

  • Dicho con sonrisa, es apoyo.

Ejemplo:

—Mañana empiezo mi negocio.
—¡Qué de a huevo mano, dale!

  • Dicho con nostalgia, es orgullo chapín: reconocer lo bonito sin necesidad de mas casaca.

Ejemplo:

—Mirá este amanecer en Atitlán.
—Qué de a huevo… sólo Guate tiene esto.

  • También sirve para felicitar sin ceremonias.

Ejemplo:

—Mi hija ya se graduó.
—¡Qué de a huevo cerote, te lo ganaste!

  • Y en su versión rápida —“a huevo”— significa aprobación inmediata; una afirmación chapina que no necesita explicación.

Ejemplo:

—¿Vamos por un atolito a las siete?
—¡A huevo!

  • Si lo decís con cara seria, cambia por completo: se vuelve obligación ineludible.

Ejemplo:

—Hay que entregar esto hoy a huevo.

  • En resumen: esta expresión es el corazón del vocabulario chapín. Una palabra que comunica emoción, carácter y complicidad. Una palabra que no necesita traducción porque lleva nuestra esencia dentro: espontánea, honesta, alegre y directa.

Chapín

Aquí arriba va el rostro de un verdadero chapín: el tuyo

  • Gentilicio coloquial de Guatemala, pero sobre todo, una manera de sentir la vida.

  • Chapín es el que crece entre risas de barrio y colegio, partidos de chamusca improvisados y aventuras que empiezan con un “vamos pues”. Es el que después del almuerzo se propone una chamusca; el que toma la burra para ir al trabajo o con los cuates; el que se va dentro del trafico, en paz, cantando una canción de Arjona.

  • Chapín es el que celebra con comida, canta con alma, recuerda con nostalgia y sueña con corazón gigante. El que se emociona cuando escucha una marimba en el extranjero, el que reconoce a otro chapín con una sola mirada, el que siente que Guatemala le habla aunque esté a miles de kilómetros.

  • Chapín es el que agradece, el que comparte, el que ayuda sin preguntar. El que dice “pasá adelante” aunque no tenga espacio; el que te invita atol aunque sólo haya para dos; el que te abraza fuerte porque sabe que la vida pesa, pero juntos pesa menos.

  • Chapín sos vos, soy yo, somos todos los que llevamos este país enraizado en el alma.

Un abrazo para vos, hermano chapín, y donde sea que estés, seguro hoy pensás en lo bella que es Guate y en cómo vas a poner tu granito de arena en pro de nuestra tierra.

Artículo inspirado en el libro Nostalgia Guatemalteca, Editorial D’buk.
Texto y fotografías: José Luis Samayoa.
Publicación y distribución digital: Erika Guerra y Mike Sallés, Grupo Sallés.

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